sƔbado, abril 26, 2025

Diego Salas realiza colaboración especial

Otros artĆ­culos

“El solo transcrito y otras ilusiones sobre la educación del jazz” de Diego Salas

Por Diego SalasĀ (@elotrodiegoaqui)
FotografĆ­as EfraĆ­n Alavez (@contrajazzymas)

Tal vez uno de los fenómenos mĆ”s inquietantes en el mundo del jazz durante el Ćŗltimo lustro sea la exhibición pĆŗblica de solos transcritos por estudiantes. En principio, ĀæquĆ© tiene de malo transcribir un solo? Nada. La transcripción de solos es una antigua prĆ”ctica orientada a la consolidación tĆ©cnica y racionalización de la experiencia estĆ©tica del ejecutante tan eficaz como, para un poeta, lo ha sido memorizar los versos y la rĆ­tmica de sus autores favoritos. Es el resultado de un proceso mimĆ©tico, elemental y Ćŗtil para para el proceso artĆ­stico situado del lado del ā€œtecnĆ©ā€. El problema es la actitud reverencial que estudiantes, maestros e instituciones asumen alrededor de esto.Ā 

En el caso del jazz, esa prĆ”ctica ha pasado de ser un proceso imitativo emanado de la tradición oral a un parĆ”metro fundamental del criterio de selección de ā€œejecutantes con talentoā€ hasta derivar en su situación actual: una especie de sello de prestigio que defiende la legitimidad artĆ­stica del ejecutante mediante la apelación a la autoridad moral del mĆŗsico transcrito desplazando la individualidad del mĆŗsico que los transcribe. En otras palabras, cada vez mĆ”s, recurren a esta prĆ”ctica, no sólo con el afĆ”n de mejorar su tĆ©cnica teórica y motriz, sino de exhibir pĆŗblicamente sus habilidades de imitador para ganar la reputación de ā€œgran mĆŗsicoā€ a travĆ©s del escrutinio social. De esta manera, el valor del mĆŗsico como productor artĆ­stico es ponderable en la medida de su capacidad reproductiva: antes de que voltees a verme por lo que soy y tengo que decir, debes hacerlo por lo que alguien mĆ”s autorizado que yo dijo y yo puedo reproducir.

Las consecuencias de todo esto son diversas y estĆ”n situadas en distintas dimensiones. La primera, y mĆ”s superficial estĆ” vinculada a las aspiraciones del ejecutante. En la medida en que el gran ojo admonitorio de la comunidad musical dĆ© su aprobación o lo azote con el lĆ”tigo de su indiferencia de manera casi inmediata, se va estableciendo una especie de sĆŗper vĆ­a que conecta, sin perder el tiempo en ā€œreflexiones innecesarias, puesto que la mĆŗsica habla por sĆ­ mismaā€ (sic), al ejercicio artĆ­stico con la autocomplacencia musical. Por lo tanto, la actividad artĆ­stica como proceso de autodescubrimiento se diluye en la actividad artĆ­stica como medio para ganar halagos. Y si, parafraseando a Heiddeger, la función primordial de una obra artĆ­stica reside en redescubrirnos en su contemplación pues al mirarla miramos nuestro propio reflejo ahondando en las mĆ”s oscuras profundidades del espĆ­ritu, ĀæquĆ© esperanzas podemos tener con una producción contemporĆ”nea que ni siquiera alcanza a ahondar en el espĆ­ritu del propio creador pues se conforma con el aplauso sistematizado de su pĆŗblico?

Por otro lado, en el Ć”mbito del gran corpus musical, va ganando lugar la estandarización, el genio de la homogeneidad, pues claro, si bien se ha vuelto fundamental la imitación para obtener prestigio, al interior de Ć©sta tambiĆ©n hay jerarquĆ­as. No es lo mismo apelar a la autoridad de Joshua Redman o Anthony Braxton que a Johnny Hodges o Babby Dodds, mucho menos de un mĆŗsico local sin proyección mediĆ”tica alguna. Por consiguiente, el estudiante suele obedecer a una estructura piramidal directamente relacionada con la exhibición pĆŗblica de sus habilidades. Tal vez los primeros diez solos sean transcripciones de Eddie Lang o King Oliver o Red Allen. Esos, por los regular los guarda para sĆ­ mismo y su carpeta de ā€œtareasā€. Sin embargo, cuando por fin consigue transcribir y reproducir con absoluta precisión a Pat Metheney, Arturo Sandoval o Wynton Marsalis, no dudarĆ” en subir el video a alguna plataforma electrónica y dejar que la comunidad musical lo haga viral.

Desde luego, no hace falta si quiera que ponga el ejemplo del artista local. ĀæCuĆ”ndo se ha visto que un mĆŗsico se viralice diciendo: ā€œĀ”miren, mirenĀ” Ā”TranscribĆ­ a Juan de las Manzanas!ā€?

Derivado de lo anterior, se desprende el fortalecimiento de un mainstream cada vez mÔs desvinculado de un sentido real de autenticidad, mÔs hermético, y paradójicamente, provisto de una amplia gama de espejismos de autosuficiencia, pues la viralidad inmediata da cuenta de una comunidad Ôvida de complacencias en toda clase de caprichos musicales, sin embargo, se trata de una comunidad autofÔgica, músicos que devoran músicos porque les remiten a músicos. 

Aquí se desprende la cuarta consecuencia: la radicalización de perfiles del público y conductas de mercado. Ante la creciente separación entre la actividad del jazzista y la sensibilidad y preocupaciones del resto del mundo terrenal, es frecuente encontrar dos posturas opuestas e igualmente peligrosas. La del artista asceta, que desprecia al vulgo por ignorante y se encierra en la autocontemplación de su genio artístico para sentirse valioso e incomprendido, condenando así su capacidad creativa al peligroso archivero donde van a parar todos los creadores con potencial creativo pero demasiado arrogantes para sobrevivir: el olvido; y la segunda, que alude a todos aquellos que han optado por someter con calzador al genio artístico en un marco puramente comercial. Estos estÔn dispuestos a sacrificar su impulso creativo a la lógica de mercados. Si consideran que el desarrollo del solo no serÔ consumido con facilidad, habrÔn de modificarlo. Y a esa misma ley someten también la creatividad del de sus músicos, a la armonía de sus piezas, los títulos y hasta su imagen.

¿Y qué hay de quienes defienden valoración del solo como principio fundamental para la valoración del futuro del artista? Dos cosas suelen esgrimir los profesores al respecto: transcribe para adquirir lenguaje y es la mejor manera de comprobar que el alumno conoce el fraseo, el sonido y articulación.

Respecto al primer punto: la adquisición del lenguaje sucede en la internalización del sistema, por ejemplo, lingüístico, no en su memorización. Un escritor adquiere lenguaje y estilo en el proceso de lectura y a lo largo de cada uno de sus ejercicios de escritura, no en la transcripción íntegra y nemotécnica del Quijote. La internalización tiene lugar en la prÔctica constante, selectiva y contextualizada.

Respecto al segundo punto: Āæno es esa la lógica positivista-conductista, responsable de la deshumanización educativa, que tanto seƱalan esos mismos acadĆ©micos alrededor del mundo? ĀæNo deberĆ­a ser justo el Ć”rea del arte la primera en desprenderse de esa corriente de automatización profesional y ser punta de lanza en un nuevo camino de permitir el desarrollo de la ciudadanĆ­a? Pues si el arte no funciona para disentir, reflexionar, autodescubrirse y construir una idea menos simplista de la ā€œlibertadā€ y ā€œdemocraciaā€, Āæentonces para quĆ© sirve?

Diego Salas (Xalapa, 1984) Escritor y músico. Ha sido becario del FONCA en el PIRA 2005-2006, PECDA-IVEC 2012 e Interfaz-ISSSTE 2014. Colabora con revistas como La Palabra y el Hombre, Tierra Adentro, Gaceta Universitaria, Performance, entre otras. Ha publicado Andar, La caja para encender, La seña del quieto y La ciega intermitencia. AdemÔs de poesía, colabora con crónica, ensayo y crítica musical con distintos proyectos editoriales. También obtuvo el Premio Nacional de Reflexiones Filosófica Zigurat con el libro de Luminiscencias de retrete. Actualmente es profesor del Centro de Estudios de Jazz en la Universidad Veracruzana.

{fcomment}

spot_img